Conciencia de su presencia



La atención al Señor es la piedra angular de la vida espiritual. Ella es la esencia de la oración. Se podría replicar que es el amor pero precisamente el fruto principal del verdadero amor espiritual es la atención al Señor.

¿Cual es la cualidad que permite sostener y mantener esta atención al Señor? La conciencia de su presencia. Esta conciencia de la presencia del Señor avivada, da lugar al amor espiritual que, sosteniendo nuestra atención, la permite permanecer en El Señor en atención amorosa. Al aumentar la conciencia de su presencia podemos mantener la atención centrada en Él. Es la conciencia de su presencia la que, avivada, enciende el amor a Dios que capacita a la atención para mantenerse fija en el Señor.

¿Cómo aumentar la conciencia de la presencia del Señor? a través de los tiempos dedicados exclusivamente a la oración y a través del recuerdo continuo de Dios. Podemos apoyarnos en las jaculatorias o simplemente recordar al Señor Jesucristo en un recuerdo sencillo, recordando que Él es, que está ahí existiendo y volviendo a ese recuerdo cuando nos descubramos divagando. Ese recuerdo despierta la atención y el amor que ha de sostenerla; la llama espiritual interior.

Así pues, vemos cómo se relacionan estos cuatro pilares de la vida espiritual: Recuerdo de Dios, Conciencia de la presencia de Dios, amor a Dios y atención a Dios.

Nos sucede que habitualmente la conciencia de la presencia del Señor está como dormida. Nos ponemos a orar pero la atención se nos extravía precisamente porque no tenemos avivada la conciencia de su presencia. ¿como podríamos dirigir la atención a alguien cuando ni siquiera somos conscientes de que ese alguien está ahí? pues bien, así nos sucede habitualmente. A medida que la conciencia de su presencia se aviva, la oración deja de ser distraída. Ya nos sentimos escuchados y se establece un principio de comunión con el Señor que nos permite permanecer con Él en silencios cada vez mas plenos de presencia. De esa conciencia de la presencia del Señor nace la llama del amor divino, el fuego del Espíritu Santo que nos permite sostener nuestra atención y permanecer en la atención amorosa a Jesucristo.

Habitualmente hay como un velo, una nebulosa entre nuestra mente y nuestro corazón. Sabemos que Dios existe y está siempre presente pero nuestro corazón permanece indiferente a esa verdad porque no somos realmente conscientes de ello. Esa verdad se ha convertido en un concepto mental congelado que no produce ninguna respuesta en el corazón. A medida que la conciencia de la presencia del Señor aumenta, este velo, esta nebulosa va disolviéndose y nuestro corazón comienza a responder avivándose la llama de amor que nos ha de unir por completo a Él.

Así pues, es fundamental para nuestra vida espiritual avivar la conciencia de la presencia del Señor. Esta conciencia de su presencia es el principio de la oración, de la atención y del amor al Señor y , a su vez, es avivada por ellas. Algunos consejos para avivar esta conciencia de la presencia del Señor se dieron en la entrada tres puertas a la oración.

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Tres puertas a la oración

Caminar ante El Señor


La esencia del discernimiento




Así como darle la espalda a Dios constituye la esencia del pecado y de la muerte, ponerse en su presencia, tomar conciencia de ella y ser y caminar ante Él es la esencia de la oración y de la vida verdadera.

Este acto de ponerse en su presencia, elevar la atención a Él tomando conciencia de que nada en nosotros se oculta de sus ojos de fuego, es una herramienta poderosísima para discernir la verdadera naturaleza de cualquier cosa que suceda en nuestro interior (una intención, un pensamiento, un sentimiento, una actitud, un camino a seguir..) y para desarraigar de la tierra de nuestro ser todos los cardos y los espinos de nuestra naturaleza terrena.

Cuando dudamos de la naturaleza, buena o mala, acorde o discorde con Dios, de algo en nuestro interior no tenemos mas que elevar la atención a Él y ponerlo ante Él tomando conciencia de que eso acerca de lo cual tenemos dudas está ante la mirada del Señor. Inmediatamente, se nos revelará su verdadera naturaleza y, si es impura, aquello se deshará ante la mirada del Señor como la paja en el fuego.

También cuando nos asalten malos pensamientos o sentimientos es muy útil ponerlos en la presencia del Señor. Podemos acompañar este acto de una oración de petición de ayuda en la forma que nuestro corazón nos dicte. De este modo seremos liberados de su poder y, poco a poco, estos hijos de Adán se irán desarraigando de la tierra de nuestro ser.

Por regla general, cuando hagamos algo pecaminoso o discorde con la naturaleza de Dios, sentiremos, como Adán en el paraíso, falta de confianza para ponernos en su presencia, oscuridad interior, desasosiego, remordimiento y oscuridad interior. Nuestro corazón se apagará y nuestra mente aumentará su actividad generando excusas, justificaciones, dudas.. Sin embargo, cuando un acto sea acorde a su voluntad nos sentiremos mas confiados para ponernos en su presencia y la actividad de nuestra mente se relajará. Para discernir la naturaleza de un acto, no debemos atender a las excusas o justificaciones que nuestra mente genere sino a los frutos que el acto deje en nuestro corazón. Cuando tengamos dudas acerca de si hacer o no hacer algo, podemos echar mano de la herramienta de la imaginación e imaginarnos como nos sentiríamos una vez realizado el acto acerca del cual dudamos. Normalmente se nos revelarán sus frutos, buenos o malos y podremos elegir el camino adecuado.

Mas adelante en el camino Espiritual, llegará el momento en el que la Paz Espiritual, el fuego, el amor espiritual a Cristo Jesús se hará mas patente en nosotros y nos será mas fácil discernir la voluntad de Dios. Aquí el Espíritu nos moverá directamente e indicará el camino en base a ese sentimiento Espiritual. Lo que sea acorde a su voluntad fortificará ese sentimiento de Paz, amor y confianza al Señor y lo que no sea acorde a su voluntad apagará ese fuego espiritual en nuestro corazón.

Respecto a un discernimiento mas general como por ejemplo acerca de que camino debemos seguir, o que modo de vida debemos llevar, es útil atender a cual de las dos resoluciones acerca de las cuales tenemos dudas se fortifica durante la oración. Es común que la resolución acorde a la voluntad de Dios se fortifique cuando nos ponemos en su presencia o tomamos conciencia de su presencia.

Puede suceder que nuestra mente genere objeciones como que este acto de purificar nuestra conducta nos puede llevar a los escrúpulos (dudas constantes acompañadas de temor de ofender a Dios hasta en las cosas mas nimias). Observemos que la naturaleza de los escrúpulos es de índole mental. Nacen en la mente y operan en la mente. Quien se deja guiar por los escrúpulos se guía desde la mente y no desde el corazón. No debemos confundir purificar nuestra conciencia con los escrúpulos, pues la conciencia pertenece al reino del corazón y los escrúpulos al reino de la mente. Una vez mas, pongamos todos esos miedos ante la mirada del Señor y se revelará su verdadera naturaleza.

Resumiendo, hemos tratado las siguientes poderosas herramientas para nuestra vida Espiritual:

  • Ponernos ante la mirada del Señor o tomar conciencia de su presencia (que es la esencia de la vida espiritual) para que se nos revele la verdadera naturaleza de algo y que permanezca lo que es acorde a la voluntad de Dios.
  • Identificar por sus frutos la naturaleza buena o mala de una acción determinada utilizando la imaginación cuando aún no la hayamos realizado.
  • Atender a que resolución se fortifica cuando permanecemos en oración.


Citas bíblicas:

En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo. 1 Juan 4:17.

Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados. 1 Juan 2:28.

Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Genesis 3:8-10.

Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios. Juan 3:20-21.


Etapas en el sentimiento espiritual




– La oración es distraída. No sintonizamos con la presencia del Señor. Es imposible centrar la atención en la presencia del Señor. Oramos desde la mente y los pensamientos nos distraen continuamente. No hay apenas conciencia de la presencia del Señor y aunque le hablemos apenas nos sentimos escuchados por El, pareciera que le estamos hablando al aire.

– Sintonizamos con la presencia del Señor. Nuestra atención queda sujeta sin esfuerzo, nos sentimos escuchados y eso nos permite hablar desde el corazón y no desde la mente produciéndose una descarga emocional con El Señor. Ya no sentimos que le estamos hablando al viento sino que, aunque no podemos percibir de manera clara la presencia del Señor, la conciencia de su presencia esta avivada; sentimos que está ahí y que nos está escuchando. Los pensamientos dejan de arrastrarnos sino que nuestra atención permanece fija en El Señor. Hemos sintonizado con la presencia si bien aun no la percibimos de manera clara y aun no se han despertado sentimientos hacia El Señor o son muy tenues. La oración comienza a ser agradable y no aburrida y se comienza a coger gusto por ella.

– Además de sintonizar con la presencia sentimientos de agradecimiento al Señor por existir comienzan a aparecer. Se incrementa la percepción y la conciencia de la presencia de Dios. Aparecen cada vez mas silencios plenos de comunión en el tiempo de oración.

– Nuestro corazón se dulcifica y llena de calidez. Reaparece el calor de vida característico de la niñez. Sentimientos de agradecimiento mas intensos, comienza la adoración en Espíritu, fuerte determinación de vivir en consagración al Señor y se comienza a vivir en la presencia incluso fuera de los tiempos exclusivos de oración caminando en oración a lo largo de toda la jornada. Nos volvemos mas sensibles, la dureza de corazón se disuelve y el corazón se torna notablemente mas misericordioso. Una serena alegría nos acompaña siempre.

– A partir de aquí la oración de Jesús puede tomar la primacía en la práctica espiritual. El calor de vida se intensifica. La permanencia en la presencia en silencio mental nos permite desidentificarnos de los pensamientos. Se da una mayor facilidad para entrar en la presencia. capacidad de permanecer en el presente, se accede al lugar del corazón y el cuerpo se unifica desde ahí. Desde el corazón se irriga todo el cuerpo con la Gracia. Aflojándose todas las tensiones y vibrando en la suave reverberación de la Gracia, el cuerpo se percibe placenteramente y podemos permanecer quietos en el presente sin ninguna inquietud de cuerpo o mente. Dones del Espíritu comienzan a aparecer. La realidad comienza a transfigurarse puntualmente quedándonos admirados de su belleza en momentos puntuales aunque no como en la etapa siguiente.

– Somos conducidos a la Paz profunda de Cristo. Océano de Paz. La realidad se transfigura tornándose majestuosa, admirable, hermosa. La percepción en la dimensión de las cosas cambia; miraremos maravillados y llenos de asombro la grandiosidad de los edificios o de las nubes. Todo se percibe con una nueva nitidez, las texturas, los colores.. parecido al efecto de determinados alucinógenos pero en un contexto de paz profundísima. La energía santa de la Gracia recorre nuestro cuerpo desde la base de la columna hasta la coronilla, arriba y abajo, espiritualizándolo, abriendo las puertas de la percepción y llenándolo cada vez mas de poder. Llega a percibirse la materia como algo eléctrico. Todo el cuerpo refulge en luz, la Gracia y su energía santa recorre todo el cuerpo ya unificado dirigiéndose allá donde llevamos la atención llenándolo de una poderosísima energía. El cuerpo apenas necesita dormir o comer y permanece limpio y en perfecta salud; cada glándula funciona a la perfección. Llueve sobre nosotros abundantemente. El agua viva nos conduce al océano de Paz y se nos concede participar de la gran dignidad de Cristo. El hombre se cristifica, se llena de poder Real. El hombre aquí se siente a sí mismo como un rey antiguo lleno de nobleza y dignidad Real pero consciente de que es la dignidad de Cristo de la cual se le permite participar. El hombre se ha transformado en otro Cristo y camina en la tierra como Cristo anduvo.

Estas etapas son orientativas. Cada persona es única y los dones de Dios infinitos habiendo multitud de caminos. Solo Dios nos permite pasar adelante en la oración cuando el lo estima oportuno en su sabiduría. Es un puro don que no esta en nuestra mano obtener.

La oración de súplica


La oración de súplica es uno de los medios mas efectivos para acercarnos a Dios y sintonizar con su presencia. Nace de la conciencia de nuestra pobreza y total dependencia de Dios y al mismo tiempo potencia esta actitud de infancia espiritual.

¡Que liberador es entender que nosotros no podemos nada por nosotros mismos!; saberse inválido y conocer que Dios es la fuente de toda bendición; que TODO ESTÁ EN SU MANO y que lo único que nosotros podemos hacer es pedirle. Esta es la llave que abre todas las puertas: pedirle a Dios; es tan sencillo como eso. No puedo tener nada bueno si Él no me lo da. Todo bien está en su mano. Lo único que yo puedo hacer es pedírselo. Esta es la pobreza en espíritu de la que habla El Señor en los evangelios. Cuando entendemos esto con el corazón y no solo intelectualmente depositamos nuestras pesadas cargas sobre El Señor y el actúa en su omnipotencia. Este paso de la creencia intelectual a la verdadera creencia vivencial puede durar largo tiempo durante el cual nos afanamos preocupados como si la solución a los problemas que nos preocupan estuviera en nuestra mano. Ponemos la pesada carga del progreso espiritual sobre nuestros hombros como si la necesaria y milagrosa transformación que ha de darse en nosotros estuviera en nuestra mano en lugar de ser obra de Dios. Una manifestación de esto es la preocupación excesiva en la técnica de la oración, actuamos como si fuera el acto de la oración el que tiene capacidad transformante en lugar de Dios actuando en nosotros; como si fuera el acto de orar el que nos fuera a transformar y no El Señor que a su voluntad obra en nosotros. Esta actitud está relacionada con la desconfianza, el pecado y el deseo de hacer las cosas por nosotros mismos. Nos da vértigo admitir nuestra impotencia y depositar nuestras expectativas en El Señor en lugar de en nosotros mismos.

¿Significa esto que no debemos buscar? No; significa que debemos hacerlo sabiendo que solo Dios nos lo puede otorgar y que lo único que nosotros podemos hacer es pedirlo, ya sea con palabras o mediante una actitud interior. Esa es la esencia de la búsqueda y la llave que abre la puerta: La súplica poniendo las expectativas en El Señor. Nuestro campo de acción es muy limitado. Podemos cambiar nuestra conducta mas exterior pero no el interior del que nacen las conductas e incluso la voluntad y la determinación de la que ha de nacer ese cambio de conducta exterior hemos de recibirla y no esta en nuestra mano el obtenerla «Dios pone el querer como el hacer» Filipenses 2:13. Solo la Gracia puede dulcificar nuestro corazón y transformar nuestras tendencias posesivas, egoístas y afanosas, raíz de nuestras malas conductas exteriores, en amor a Dios y al prójimo y Paz en el corazón. La verdadera transformación es obra de la Gracia, no está en nuestra mano el efectuarla, por eso sólo la súplica es la única llave que abre la puerta, mas allá de que nos dispongamos lo mejor posible para recibir la obra transformativa de la Gracia.

Este tipo de oración suele ser la mas efectiva para descender al corazón y despertar el Espíritu de oración en nosotros. Una vez la llama esta encendida y avivada, otros tipos de oración como la oración del corazón pueden pasar a ocupar la primacía en nuestra vida Espiritual. Aún así recomendamos nunca abandonar la oración de súplica y diálogo, pues sus beneficios son enormes. Ni siquiera Nuestro Señor abandonó este tipo de oración que, por otra parte, surge espontanea en nosotros cuando hemos adquirido cierta intimidad con EL Señor. Recordemos las numerosas exhortaciones que El Señor nos dirige para que le pidamos:

Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. Mateo 7:7-8

Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea pleno. Juan 16:24

Por tanto, os digo que todo lo que orando pidiereis, creed que lo recibiréis, y os vendrá. Marcos 11:24

Sin mi no podéis hacer nada. Juan 15:5

Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Mateo 5:1-3




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Tres puertas a la oración




Tres puertas a la oración



Algunos pensamientos, a pesar de comenzar en la mente, tienen el poder de conducirnos al corazón y de ponernos en sintonía con El Señor. A continuación mencionaré tres pensamientos que son puertas para la oración. Si los pensamos solo una vez superficialmente permanecerán en el plano mental y no gustaremos su néctar. Debemos tomar conciencia de ellos, bañarnos en ellos, mecernos en la realidad que implican. De esta manera arraigarán en nuestro corazón y despertarán el Espíritu de oración en nosotros. Estos pensamientos son herramientas valiosas que podemos utilizar a lo largo de la jornada, al comienzo de la oración o cuando sintamos que nuestra oración está siendo distraída y superficial o que ha devenido en un parloteo vano. Llegará el momento en que, con frecuencia, pasaremos todo el rato de la oración tomando conciencia de estas realidades en un profundo sentimiento de agradecimiento.

  • El Señor existe; El Señor está ahí. El Señor existe, El Señor está ahí, El Señor es, El Señor está ahí existiendo. Simplemente recordar que El Señor Jesús existe, que está ahí, y regocijarnos en esa realidad. Solo tomar conciencia de ello, mecernos en esa gran verdad, nos lleva a su presencia, templa nuestro corazón y nos pone en comunión con su presencia. Sentiremos la seguridad que llevaba a David a llamarle «mi roca firme y mi fortaleza». Este pensamiento es especialmente efectivo para los que ya han tenido un encuentro personal con Jesucristo y en consecuencia ya no creen, sino que saben que Jesucristo existe realmente. El simple recuerdo de esta realidad contiene mucho fruto; si perseveramos en él, el simple recuerdo mental, devendrá en verdadero recuerdo del corazón. Agradeceremos de todo corazón a Jesús por existir, por estar ahí.

    Podemos echar mano de este acto de tomar conciencia de la existencia del señor Jesús, de que está ahí, tanto en el tiempo exclusivo de oración como en cualquier otro momento y lugar. Si echamos mano de el en el tiempo exclusivo de la oración avivará la conciencia de su presencia, nos pondrá ante Él y nos ayudará a hablar con Él desde el corazón o simplemente a permanecer en silencio en comunión con Él en un profundo agradecimiento por su existencia. Llegará el momento en que no será infrecuente pasar todo el rato de la oración regocijándonos en esta consideración en silencio, en genuino agradecimiento, interrumpiéndolo solo para, desde ese sentimiento, expresarle nuestro agradecimiento por estar ahí realmente. Echar mano de este acto de tomar conciencia de que el Señor Jesús está ahí existiendo en otros momentos a lo largo de la jornada nos permitirá permanecer en regocijo, con la atención en Él, sin dejarnos llevar por las divagaciones mentales, con el fuego del Espíritu de oración encendido en nuestro corazón a lo largo de todo el día.

    No se trata de pensar que está en un determinado lugar, ni aquí ni allí; simplemente regocijarnos en que está ahí, que está existiendo, que ES.


  • El Señor me esta escuchando. Este pensamiento esta muy emparentado con el anterior pero quizás sea mas efectivo para aquellos que aún no han tenido un encuentro con El Señor y en consecuencia todavía creen pero no saben. Mientras que el anterior pensamiento es muy útil a lo largo de todo el día, tanto en el tiempo exclusivo de oración como cuando estemos en otra actividad y no vayamos a dialogar con El Señor, este quizás sea mas adecuado para cuando vayamos a dialogar con El Señor. Podemos tomar conciencia de esta realidad, que El Señor nos está escuchando, antes de comenzar la oración de diálogo, cuando sintamos que nuestra oración ha devenido en un monologo distraído vano en el que hemos perdido la conciencia de su presencia o en cualquier momento del día antes de dirigirnos a Él. El tomar conciencia de esta realidad nos pone espontáneamente en atención a su presencia y nos estimula a desahogarnos con Él y a establecer un diálogo verdadero con Él, con atención, en base a lo que realmente mora en nuestro corazón y no a parloteos vanos.

    Muchas veces la causa de que nuestra oración sea distraída es que no tenemos avivada la conciencia de que El Señor realmente está ahí escuchándonos. No nos lo terminamos de creer o no lo tenemos presente y en consecuencia le hablamos superficialmente, sin atención, a veces pensando en otra cosa mientras le hablamos y a veces incluso irreverentemente. Por eso el tomar conciencia de que realmente El Señor nos esta escuchando solucionará todos estos defectos en nuestra oración. Cuanto más tomemos conciencia de ello mejor; llegará el momento en que nuestro corazón se regocijará verdaderamente en esa verdad lleno de agradecimiento. Tomar conciencia de que El Señor nos esta escuchando antes de hablarle se convertirá en algo natural y esta certeza despertara un profundo sentimiento de agradecimiento y de comunión con Él. Llegará el momento en que, con frecuencia, pasaremos la mayor parte del rato de oración en silencio interrumpiéndolo solo para agradecer al Señor por estar ahí escuchándonos desde ese sentimiento de agradecimiento profundo. Las palabras que utilicemos en la oración serán desde el corazón y no palabrería vana; nacerán desde ese sentimiento de comunión y agradecimiento y lo fortalecerán en lugar de disiparlo.

    Ambos pensamientos, el del punto uno y este, están muy relacionados y el uno nos llevará al otro. El tomar conciencia de que Jesús existe, que realmente está ahí, avivará la conciencia de su presencia y nos sentiremos escuchados por Él. El tomar conciencia de que El Señor nos esta escuchando nos llevará también a pensar que El está ahí, que existe y avivará la conciencia de su presencia. El primero vale para todo momento y situación, tanto para los ratos exclusivos de oración como para cualquier otro momento; el segundo es mas adecuado para cuando queramos decirle algo al Señor. Ambos pensamientos avivarán la conciencia de la presencia del Señor, que es lo que nos falta cuando oramos distraídamente y sin atención, y enderezarán nuestra oración.
  • El simple recuerdo del Señor. La atención dirigida a Él sin ninguna particularidad. Recordarle con amor. Esto en si no es un pensamiento sino un acto que consiste en enfocar la atención en El Señor Jesucristo. Los dos pensamientos anteriores desencadenan y refuerzan este acto de la atención. Esta valiosísima herramienta podemos utilizarla a lo largo de todo el día. Consiste simplemente en recordar al Señor y mecernos y bañarnos en su recuerdo como un muchacho en el recuerdo de su amada. Esta valiosa herramienta hará crecer el amor a Dios en nosotros; avivará la llama del Espíritu Santo en nosotros y nos colmará de bendición del Señor Jesucristo.


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Identidad y misión



Una de las tentaciones con la que es habitual encontrarse en el camino espiritual es la de buscar nuestra felicidad en el rol que la misión nos confiere, en el éxito de la misión y en la misión misma.

Frente a la ausencia de ser inherente a nuestro estado terrenal buscamos afirmar nuestra identidad identificándonos con el Rol que desempeñamos en nuestra actividad espiritual en lugar de buscar nuestra identidad profunda en Cristo. Intentamos llenar la carencia de ser que solo la presencia de Cristo puede colmar encerrandonos en falsas identidades que nos proporcionan una autoimagen mas agradable a nuestros propios ojos y la seguridad que conlleva.

De lo anterior se suceden varias consecuencias:

Por una parte no podremos tener Paz en nuestra actividad porque nuestra autoimagen dependerá del resultado de la misma. En consecuencia nuestra actividad estará teñida de preocupación, afán y ansiedad. También los celos, la envidia y la competitividad harán aparición y no podremos alegrarnos con el éxito de alguien en el area de actividad o rol donde fundamentamos nuestra autoimagen, pues sentiremos que de alguna manera nos está «robando» la identidad. Esta es la raiz de los celos y solo puede sanar cuando nos encontramos a nosotros mismos en Cristo y dejamos de buscar nuestra identidad en aquel rol o actividad.

Por otra parte la actividad nacerá siempre desde un fondo de egoísmo porque en el fondo la estaremos realizando para afirmarnos a nosotros mismos. Cuando creamos que estamos dando, en realidad estaremos cogiendo. Esto implica el realizar la actividad en nuestras propias fuerzas y no desde Dios, lo que, afortunadamente para nosotros, suele terminar en fracaso y en la necesaria muerte de aquella falsa identidad con la que nos habíamos identificado.

Además, la oración pasará a un segundo plano en nuestras vidas y nos será difícil permanecer centrados en ella por tener nuestro tesoro y nuestro corazón en la actividad que desempeñamos y no en Dios o en su búsqueda sincera.

Debemos tener claro que ningún éxito exterior, ninguna actividad por buena y Santa que sea nos va a hacer felices. Nuestra felicidad es Cristo, solo en Él encontraremos nuestra verdadera identidad y colmaremos nuestro anhelo de ser. Un amigo me dijo que, en una determinada circunstancia, había recibido esta palabra del Señor: «desaféctate». Así debemos intentar desafectarnos de nuestra actividad y de sus resultados.

Otra manifestación de la misma tentación ocurre cuando utilizamos los medios que deberían servir como instrumentos para el camino espiritual (la oración, la lectura bíblica..) para mirarnos con autocomplacencia construyendo una de esas falsas identidades «espirituales» o cuando inconscientemente buscamos ser «Santos», «místicos» o «contemplativos» solo para sentirnos especiales y regocijarnos en nosotros mismos sin darnos cuenta de que estamos formándonos una idea de esos conceptos completamente errada y basada en nuestros prejuicios y de que estamos cayendo precisamente en la actitud mas contraria a la realidad de esos conceptos encerrandonos en nosotros mismos en lugar de abrirnos a Dios.

¿Significa esto que debemos abandonar aquellos medios (la oración, la lectura bíblica..) o nuestra actividad? No. Lo que debemos hacer es ser sinceros con nosotros mismos y mirar nuestras motivaciones ocultas. Solo el hecho de tomar conciencia de ellas es una luz que ilumina esas tinieblas. Nuestra mirada es una luz que las ilumina; allí donde se toma conciencia de algo se hace la luz necesariamente, pues para ver algo es necesario que haya luz.

Sucede que al principio de la vida espiritual las tentaciones son evidentes y el camino a seguir aparece claro. Normalmente tiene que ver con abandonar ciertos comportamientos exteriores que nos generan sufrimiento a nosotros mismos y a nuestro alrededor. Poco a poco, a medida que vamos creciendo, el camino pasa a ser interior. Quizás exteriormente estamos haciéndolo todo bien pero cuando nos ponemos ante Dios en la oración el sentimiento de nuestra indignidad o de nuestra gran insolencia nos embarga. Podemos tratar bien al prójimo pero aún estamos muy lejos de amarle. En lo exterior obramos bien pero en lo interior aún es precisa una gran transformación. Es en esta etapa mas interior cuando debemos confiar más y dejarnos hacer por Dios. Gran parte del camino en esta etapa es ese llevar luz a nuestras oscuridades tomando conciencia de ellas y poniéndolas ante Dios. No temamos: Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores. Marcos 2:17.

Pidámosle a nuestro Señor Jesucristo la gracia de buscar nuestra felicidad solo en Él y no en el éxito de ninguna actividad por santa y buena que nos parezca, pues en la medida en que busquemos nuestra felicidad en ellas y no en Dios no podrán ser del todo santas ni del todo buenas y las estaremos convirtiendo en ídolos que nos estarán alejando de Él.

NUEVO LIBRO: CRISTIANISMO ESPIRITUAL JESUCRISTO EN EL CORAZÓN

La oración y sus efectos




Cuando alguien decide iniciar una rutina de oración con la esperanza de acercarse al Señor es frecuente que le cueste mantener la atención y tenga que traerla una y otra vez desde las numerosas distracciones hacia el Señor. Los días que nos sentimos mas fríos, sin ánimos para orar, la atención es mas volátil pero, si perseveramos, cada vez habrá mas días en los que nuestra oración será mas centrada y menos distraída. En esta etapa es necesario utilizar las palabras como un apoyo ya que, en el sabernos y sentirnos escuchados y mirados por el Señor se establece ese vínculo que permite mantener la atención centrada en Él. Sin embargo, debemos evitar que nuestro tiempo de oración se convierta en un monólogo que acapare nuestra atención apartándola de Él. Para ello es útil dedicar unos minutos al inicio de nuestro tiempo de oración a tomar conciencia de que El Señor esta ahí escuchándonos. También podemos utilizar esta herramienta en los momentos de nuestra oración en los que veamos que nuestra atención se ha apartado de Él y ha derivado en un monólogo. Nos detenemos y tomamos conciencia de la presencia del Señor considerando que está ahí, que existe realmente y que esta ahí escuchándonos. En mi experiencia es útil continuar dedicando un tiempo a desahogarnos con El Señor contándole nuestras preocupaciones y todo lo que sintamos que le queremos decir y después, ya mas sosegados, permanecer mas en silencio en su presencia considerando que esta ahí escuchándonos y utilizando una oración sencilla que concentre todo lo que sentimos que le queremos pedir para dirigírsela cuando sintamos que nuestra atención se ha alejado de Él y que así ese vínculo atencional vuelva a establecerse o simplemente para fortalecerlo. por ejemplo: «Señor Jesucristo, perdona mis pecados, bendíceme y ayúdame a ir por el buen camino que conduce a ti» o simplemente «Señor Jesucristo» o la que sea de nuestro agrado.

Si perseveramos, llegará un momento en el que El Señor nos regalará determinados sentimientos hacia Él en la oración cada vez mas frecuentes y mas intensos. Sentimientos de amor a ÉL, de agradecimiento, de admiración profunda, de adoración verdadera. También surgirán sentimientos de compasión que nos llevarán a orar por los demás y encomendárselos a Dios de todo corazón. Es el síntoma de que nuestra oración esta descendiendo al corazón. Estos sentimientos son el fruto del Espíritu Santo que ora en nosotros y mediante estos sentimientos nuestra atención es atraída y retenida en la presencia de Cristo sin apenas esfuerzo de nuestra parte. Cuando tales sentimientos aparezcan debemos dejarnos llevar por ellos y utilizar las palabras solo en la medida en que sintamos que sirvan para avivarlos. En esta etapa, y también previamente, es también de gran ayuda la llamada oración de Jesús u oración del corazón. La repetición continua en nuestro interior del Santo Nombre o de una oración corta que lo contenga inflamarán la llama del Espíritu Santo conduciéndonos a la Paz de su Presencia. Hay quien describe como el Inmenso y Majestuoso Rostro de Jesucristo, en cuyos rasgos toda realidad esta contenida, se le ha aparecido en el horizonte interior como el Sol del Nuevo día en una Teofanía inolvidable.

Muchos son los frutos de la oración aunque podemos resumirlos en amor a Dios y amor al prójimo. Estos se dejarán sentir mas allá de los momentos específicos que tengamos determinados para la oración, siendo frecuente que, aún en medio de labores cotidianas, involuntariamente, surjan sentimientos de amor, adoración y agradecimiento a Dios desde lo hondo de nuestro ser. Un fondo de Paz y alegría serena habrá sustituido la inquietud ansiosa en la que antes vivíamos. La confianza en el Señor nos llevará a percibir el mundo como algo a nuestro favor y no como algo hostil y amenazante. La Paz de Cristo se convierte en un refugio en nuestro interior e irradiaremos su Santa presencia difundiendo su perfume allá donde vayamos. Los demás percibirán esa Paz y vendrán a nosotros inconscientemente buscando esa presencia. Desde ese fondo de serenidad nuestra relación con los demás cambia sustancialmente. Dejamos de sentirnos afectados por nuestra inquietud y por la de los demás y todas las tensiones previas son ahogadas en ese fondo de Paz. La alegría, la serenidad y la Paz interior sustituyen al miedo como la luz a la oscuridad y nos sentimos mas valerosos. La Paz del Espíritu se comunica a nuestro cuerpo limpiando las puertas de la percepción y la realidad exterior comienza a transfigurarse mostrándose mas hermosa, con una nueva nitidez, con los colores mas vivos. Parece haber un cambio en la manera de percibir las dimensiones de las cosas. Con frecuencia quedaremos asombrados mirando la grandiosidad de las nubes o de los edificios o el intenso azul del cielo.



Avisos para la oración y la devoción de Fray Luis de Granada



La Consagración




La consagración solo puede nacer del amor a Cristo que el Espíritu Santo infunde en nosotros. Es cierto que nada de lo que tenemos es nuestro, es de Dios, y debemos administrarlo según su voluntad y no egoístamente; y no solo las riquezas materiales, también el tiempo, nuestra voz, nuestras manos, en definitiva todo lo que tenemos y todo lo que somos pero para lograr esto, no debemos tanto poner la mira en todas estas cosas como si por un solo esfuerzo de nuestra voluntad pudiéramos hacer la voluntad de Dios. Más bien debemos poner nuestra mira en Cristo para que nuestro amor a Él crezca. A medida que el Espíritu Santo vaya tomando posesión de nosotros nuestra actitud y nuestra relación con Dios, con los demás, con nosotros mismos, con nuestras posesiones y con todo, se transformará y cada vez obraremos con mayor pureza y estaremos más cerca de hacer la voluntad de Dios en todo de manera natural.

“El que no renuncia a todo lo que posee no puede ser mi discípulo”. Lucas 14:33. El núcleo del que nace toda posesión es la autoposesión que nace del egocentrismo, del falso yo. La plenitud de la renuncia es renunciar a nosotros mismos, solo entonces habremos cumplido plenamente ese mandamiento de nuestro Señor. Esto es imposible para nosotros (Mateo 19:26) y Dios no nos lo exige desde el principio. No se trata de algo que debamos conseguir a fuerza de voluntad propia sino más bien algo que debe suceder por sí mismo de manera natural a medida que el Espíritu Santo va haciendo su buena obra en nosotros. Solo el Espíritu de Cristo puede aniquilar la voluntad mala, carnal, demoniaca, serpentesca, del viejo y falso Yo (que es lo que nos separa de Dios). Nosotros, dejados a nuestras fuerzas, somos como alguien con las manos y todo el cuerpo completamente sucio intentando limpiarse a sí mismo, como alguien intentando crecer tirando de sus propios cabellos o como alguien intentando mover un coche sentado en el asiento del conductor empujando con sus fuerzas el volante hacia delante. Necesitamos algo exterior a nosotros que nos limpie. Es el Espíritu Santo el que debe hacer esta buena obra en nosotros. Ahora bien, nosotros debemos trabajar nuestra tierra y enfocar nuestra vida completamente en Cristo velando en oración y no permitir que los espinos ahoguen la buena semilla diluyéndonos en el mundo. Lucas 8:14. El crecimiento de la planta es obra del Señor; el preparar y cuidar la tierra es obra nuestra, con la Gracia de Dios.

Nuestro objetivo debe ser poner todo lo que tenemos, todo lo que somos y todas nuestras decisiones al servicio del que debe ser nuestro único deseo: la búsqueda del reino de los cielos; la búsqueda de Dios. Pero como he indicado, para que podamos cumplir esto es preciso que se de en nosotros una unificación de los deseos hacia Dios que lleva tiempo y que solo puede nacer del amor que el Espíritu Santo despierta en nosotros hacia Cristo nuestro Dios. Es preciso que nos encaminemos hacia ese objetivo según la medida de nuestras fuerzas confiando en que Cristo nuestro Dios suplirá lo que nos falta y nos guiará hacia ese bienaventurado final.

Una vez que, por la Gracia de Dios, hayamos destruido toda autoposesión y le hayamos entregado a Dios lo que es suyo, todo lo que somos y todo lo que tenemos, absolutamente todo, Dios reinará sobre todo en nosotros y nos lo habrá entregado todo porque, al ser poseídos por Dios “poseeremos” a Dios y con Él a todo lo demás. Entonces, habremos derrotado al anticristo en nosotros “aquel que se sienta en el trono de Dios haciéndose pasar por Dios2 tesalonicenses 2:4 y, compartiendo una misma voluntad con Él, reinaremos con Cristo sobre el todo, nos sentaremos en el trono con Él  (Apocalipsis 3:21),  y tendremos la paz de Salomón.

Realmente no podremos hacer la voluntad de Dios en todo hasta que no hayamos muerto completamente a nosotros mismos y nos hayamos hecho uno con Dios. Entonces no haremos la voluntad de Dios sino que seremos la voluntad de Dios y todo lo que hagamos será puro porque procederá de Dios. Hasta que esto no se cumpla no habremos renunciado a todo lo que poseemos.

Pidamos a Nuestro Señor Jesucristo que nos ayude a consagrarle todo lo que tenemos y todo lo que somos. Que ninguna posesión material ni lazo carnal nos impida hacer su voluntad sino que le consagremos perfectamente todo nuestro ser y, con él, todo lo que tenemos que no es nuestro, sino suyo.

 

El sufrimiento




Es difícil no tropezar cuando consideramos el misterio del sufrimiento y el mal en el mundo. ¿Qué sentido tiene el sufrimiento? ¿Cómo conciliar el mal con la omnipotencia de Dios? ¿No tendría más sentido que todo fuera perfecto, que no existiera el sufrimiento ni el mal? ¿Qué sentido tiene este mundo anclado en el devenir, siempre mutando, siempre en proceso de llegar a ser, semejante a un gran coitus interruptus donde nada llega a plenitud, todo se frustra, y los pocos reflejos del bien terminan por morir y desaparecer? Debemos buscar la causa del mal y el sufrimiento en el pecado y el origen del pecado en el pecado original que produjo la separación entre Dios y el hombre. Este distanciamiento e ignorancia de Dios en el corazón del hombre se dejó sentir en el drama cósmico exterior. El ser Humano, nexo entre el cosmos y Dios, al separarse de Dios, dejó de irrigar el cosmos con la gracia divina y la creación cayó en el abismo dejando de ser reflejo de Dios y pasando a ser reflejo de nuestro estado caído. En lugar de reflejar a Dios, el mundo pasó a ser reflejo de la ausencia de Dios y esta ausencia y la consiguiente necesidad espiritual se manifestó en el plano material. Así vemos como los animales se devoran unos a otros, impera la muerte, la necesidad y el sufrimiento, y el sueño nos recuerda, como un eco, la naturaleza de nuestra condición caída, irreal con respecto a la vida en Dios.

Dios se hizo hombre en Jesucristo para devolvernos el Don de su presencia, el don de Ser. Jesús, Dios-Hombre, es el Sumo Pontífice que vuelve a hacer de nexo entre Dios, la Humanidad y el cosmos. Dios cargó en Jesucristo con todo el peso del cosmos caído y cargando con nuestros sufrimientos y sufriendo en su humanidad infinitamente más que cualquier otro ser humano nos salvó en la cruz. No tenemos un Dios que se quedó impasible en su eternidad contemplando nuestro sufrimiento sino uno que descendió a nosotros, compartió nuestra naturaleza caída y cargó con todo el peso de nuestros sufrimientos y de nuestra condición. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él2 corintios 5:21  Así pues, siempre que consideremos el sufrimiento, debemos confiar en su transitoriedad y en la victoria eterna sobre todo mal de Jesucristo Nuestro Señor. “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” Romanos 8:18 

Desde que Cristo asumió el sufrimiento de la humanidad y la redimió, el sufrimiento tiene valor redentor. Cristo, mediante el Don de Su Espíritu, nos hace a los Cristianos Cristos, Pontífices y Nexos entre Dios, la Humanidad y la creación y nos concede participar en la redención del Cosmos. Así como Jesucristo redimió a la humanidad mediante su sufrimiento, nos concede participar, en menor medida, de sus sufrimientos y, de esa manera, nos hace participes a los cristianos en la redención del mundo como está escrito “y vendrán salvadores al monte Sión” Abdías 1:21. Así pues, debemos confiar en que gracias a Cristo, todo sufrimiento transitorio dará buenos frutos eternos. “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria”. 2 corintios 4:17.

¿Pudo Dios, siendo omnipotente haber evitado la caída, el mal y el sufrimiento? hay unas palabras de Cristo que pueden traer luz a este respecto: Pasando Jesús, vio un hombre ciego desde su nacimiento. Y preguntáronle sus discípulos, diciendo: Rabbí, ¿quién pecó, éste ó sus padres, para que naciese ciego? Respondió Jesús: Ni éste pecó, ni sus padres: mas para que las obras de Dios se manifiesten en él. Juan 9 1-3.

 Es posible que Dios pudiera haber evitado el mal, el sufrimiento y la caída , pero debemos confiar en que si Dios ha decidido permitir el sufrimiento y el mal, esta decisión ha sido fruto de su amor y que si así lo ha decidido es porque esta era la posibilidad mejor. Estoy seguro de que cuando estemos gozando en la eternidad de los frutos eternos de la resurrección, nos alegraremos de que haya sido así. Llegará el día en que contemplemos como Cristo ha estado sosteniéndonos en cada momento amargo de la vida; veremos cómo cada sufrimiento ha tenido un propósito y cada lágrima ha sido la pieza de un hermoso puzle que Dios nos regalará a cada uno de nosotros. Veremos la victoria del Bien y la luz sobre el mal y la oscuridad en la gran batalla que se lleva librando desde el principio y que llevamos inscrita tan profundamente que se deja ver en prácticamente todas las películas y novelas que creamos. Nos sorprenderemos de lo hermosa, perfecta e inmejorable que es la realidad y nos alegraremos de existir en la felicidad más perfecta.

Cuando el Espíritu dice en Apocalipsis 21:4: «Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos», indica que el Señor nos otorgará una consolación eterna divina por cada uno de los sufrimientos humanos experimentados. Personalmente puedo dar testimonio de cómo, el día que conocí al Señor, tras muchos años sin poder hacerlo comencé a llorar por haber tocado el Señor mi corazón y el recuerdo de sufrimientos pasados, de los que ya no me acordaba, empezaron a emerger en mi consciencia acompañados de una fuerte certeza interior de que todo había sucedido para algo; que ninguna lágrima había sido en balde. En los siguientes meses, recuerdo como cada vez que echaba la vista atrás y recordaba el abismo del que El Señor me había sacado, una oleada de bendición Paz y alivio divino me inundaban.

Estoy seguro de que para Dios no hay nada mas Sagrado que el Sufrimiento humano.


Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en sufrimientos; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Isaías 53:3-6

El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey; y á la serpiente el polvo será su comida. No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dice Jehová. Isaías 65:25

Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Romanos 8:18

Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria 2 corintios 4:17

!Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero !ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo! Mateo 18:7

Pasando Jesús, vió un hombre ciego desde su nacimiento.Y preguntáronle sus discípulos, diciendo: Rabbí, ¿quién pecó, éste ó sus padres, para que naciese ciego? Respondió Jesús: Ni éste pecó, ni sus padres: mas para que las obras de Dios se manifiesten en él. Juan 9 1-3

De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. Juan 16:20

Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Apocalipsis 21:4

Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Romanos 8:17

Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia colosenses 1:24

Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación 2 Corintios 1:5

Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón Hebreos 11:24-26

y vendrán salvadores al monte Sión. Abdías 1:21