Tres puertas a la oración



Algunos pensamientos, a pesar de comenzar en la mente, tienen el poder de conducirnos al corazón y de ponernos en sintonía con El Señor. A continuación mencionaré tres pensamientos que son puertas para la oración. Si los pensamos solo una vez superficialmente permanecerán en el plano mental y no gustaremos su néctar. Debemos tomar conciencia de ellos, bañarnos en ellos, mecernos en la realidad que implican. De esta manera arraigarán en nuestro corazón y despertarán el Espíritu de oración en nosotros. Estos pensamientos son herramientas valiosas que podemos utilizar a lo largo de la jornada, al comienzo de la oración o cuando sintamos que nuestra oración está siendo distraída y superficial o que ha devenido en un parloteo vano. Llegará el momento en que, con frecuencia, pasaremos todo el rato de la oración tomando conciencia de estas realidades en un profundo sentimiento de agradecimiento.

  • El Señor existe; El Señor está ahí. El Señor existe, El Señor está ahí, El Señor es, El Señor está ahí existiendo. Simplemente recordar que El Señor Jesús existe, que está ahí, y regocijarnos en esa realidad. Solo tomar conciencia de ello, mecernos en esa gran verdad, nos lleva a su presencia, templa nuestro corazón y nos pone en comunión con su presencia. Sentiremos la seguridad que llevaba a David a llamarle «mi roca firme y mi fortaleza». Este pensamiento es especialmente efectivo para los que ya han tenido un encuentro personal con Jesucristo y en consecuencia ya no creen, sino que saben que Jesucristo existe realmente. El simple recuerdo de esta realidad contiene mucho fruto; si perseveramos en él, el simple recuerdo mental, devendrá en verdadero recuerdo del corazón. Agradeceremos de todo corazón a Jesús por existir, por estar ahí.

    Podemos echar mano de este acto de tomar conciencia de la existencia del señor Jesús, de que está ahí, tanto en el tiempo exclusivo de oración como en cualquier otro momento y lugar. Si echamos mano de el en el tiempo exclusivo de la oración avivará la conciencia de su presencia, nos pondrá ante Él y nos ayudará a hablar con Él desde el corazón o simplemente a permanecer en silencio en comunión con Él en un profundo agradecimiento por su existencia. Llegará el momento en que no será infrecuente pasar todo el rato de la oración regocijándonos en esta consideración en silencio, en genuino agradecimiento, interrumpiéndolo solo para, desde ese sentimiento, expresarle nuestro agradecimiento por estar ahí realmente. Echar mano de este acto de tomar conciencia de que el Señor Jesús está ahí existiendo en otros momentos a lo largo de la jornada nos permitirá permanecer en regocijo, con la atención en Él, sin dejarnos llevar por las divagaciones mentales, con el fuego del Espíritu de oración encendido en nuestro corazón a lo largo de todo el día.

    No se trata de pensar que está en un determinado lugar, ni aquí ni allí; simplemente regocijarnos en que está ahí, que está existiendo, que ES.


  • El Señor me esta escuchando. Este pensamiento esta muy emparentado con el anterior pero quizás sea mas efectivo para aquellos que aún no han tenido un encuentro con El Señor y en consecuencia todavía creen pero no saben. Mientras que el anterior pensamiento es muy útil a lo largo de todo el día, tanto en el tiempo exclusivo de oración como cuando estemos en otra actividad y no vayamos a dialogar con El Señor, este quizás sea mas adecuado para cuando vayamos a dialogar con El Señor. Podemos tomar conciencia de esta realidad, que El Señor nos está escuchando, antes de comenzar la oración de diálogo, cuando sintamos que nuestra oración ha devenido en un monologo distraído vano en el que hemos perdido la conciencia de su presencia o en cualquier momento del día antes de dirigirnos a Él. El tomar conciencia de esta realidad nos pone espontáneamente en atención a su presencia y nos estimula a desahogarnos con Él y a establecer un diálogo verdadero con Él, con atención, en base a lo que realmente mora en nuestro corazón y no a parloteos vanos.

    Muchas veces la causa de que nuestra oración sea distraída es que no tenemos avivada la conciencia de que El Señor realmente está ahí escuchándonos. No nos lo terminamos de creer o no lo tenemos presente y en consecuencia le hablamos superficialmente, sin atención, a veces pensando en otra cosa mientras le hablamos y a veces incluso irreverentemente. Por eso el tomar conciencia de que realmente El Señor nos esta escuchando solucionará todos estos defectos en nuestra oración. Cuanto más tomemos conciencia de ello mejor; llegará el momento en que nuestro corazón se regocijará verdaderamente en esa verdad lleno de agradecimiento. Tomar conciencia de que El Señor nos esta escuchando antes de hablarle se convertirá en algo natural y esta certeza despertara un profundo sentimiento de agradecimiento y de comunión con Él. Llegará el momento en que, con frecuencia, pasaremos la mayor parte del rato de oración en silencio interrumpiéndolo solo para agradecer al Señor por estar ahí escuchándonos desde ese sentimiento de agradecimiento profundo. Las palabras que utilicemos en la oración serán desde el corazón y no palabrería vana; nacerán desde ese sentimiento de comunión y agradecimiento y lo fortalecerán en lugar de disiparlo.

    Ambos pensamientos, el del punto uno y este, están muy relacionados y el uno nos llevará al otro. El tomar conciencia de que Jesús existe, que realmente está ahí, avivará la conciencia de su presencia y nos sentiremos escuchados por Él. El tomar conciencia de que El Señor nos esta escuchando nos llevará también a pensar que El está ahí, que existe y avivará la conciencia de su presencia. El primero vale para todo momento y situación, tanto para los ratos exclusivos de oración como para cualquier otro momento; el segundo es mas adecuado para cuando queramos decirle algo al Señor. Ambos pensamientos avivarán la conciencia de la presencia del Señor, que es lo que nos falta cuando oramos distraídamente y sin atención, y enderezarán nuestra oración.
  • El simple recuerdo del Señor. La atención dirigida a Él sin ninguna particularidad. Recordarle con amor. Esto en si no es un pensamiento sino un acto que consiste en enfocar la atención en El Señor Jesucristo. Los dos pensamientos anteriores desencadenan y refuerzan este acto de la atención. Esta valiosísima herramienta podemos utilizarla a lo largo de todo el día. Consiste simplemente en recordar al Señor y mecernos y bañarnos en su recuerdo como un muchacho en el recuerdo de su amada. Esta valiosa herramienta hará crecer el amor a Dios en nosotros; avivará la llama del Espíritu Santo en nosotros y nos colmará de bendición del Señor Jesucristo.


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