He decidido escribir esta entrada, que se sale un poco del ámbito del blog, por venir observando ciertos, a mi juicio, errores que se han ido infiltrando en la doctrina relacionada con la contemplación cristiana y la meditación en el catolicismo.
El primer error es equiparar la meditación a la oración contemplativa cristiana como si fueran similares o incluso lo mismo. Abolida esta distinción, se habla como si la práctica de la meditación – oración contemplativa fuera lo que nos limpia, libera e ilumina en lugar de Dios actuando en nosotros para liberarnos. Esta es la, a mi juicio, diferencia fundamental entre meditación y oración cristiana y por ello no se pueden equiparar: La oración cristiana no es una técnica ni una práctica que nos limpia ni que nos abre a la presencia de Dios; en la oración Cristiana es Dios mismo el que nos limpia y nos abre a su presencia. La diferencia es fundamental y como veremos mas adelante nace de dos concepciones de Dios diferentes, la de un Dios impersonal impasible al que nosotros tenemos que abrirnos mediante nuestra práctica personal y la de un Dios personal que atiende nuestras suplicas y se involucra en nuestra vida llevándonos a su presencia.
La oración contemplativa cristiana esta centrada en Jesucristo y su fundamento, núcleo y esencia es el amor a Jesucristo nuestro Dios. Sin embargo en la meditación el núcleo no es el amor a Cristo porque la persona de Cristo no esta presente en la meditación. Es cierto que Jesús, como Dios, es la esencia y fundamento de todo y como tal es identificable con el Tao, Brahman, la conciencia.. pero en el camino Cristiano es esencial la relación con Cristo en su dimensión PERSONAL de Hijo de Dios. No es lo mismo la concepción no personal de Dios propia de otras tradiciones que una concepción personal en la que sabemos que Dios nos habla, escucha, está pendiente de nosotros y actúa en nosotros. En el Cristianismo ambas concepciones conviven, pues Cristo es tanto esa esencia de todas las esencias fundamento de todo lo demás como esta escrito por ejemplo en colosenses 1:17, como el Hombre Hijo de Dios que resucitó. Una relación personal con Jesucristo es la esencia del camino Cristiano y esta no puede darse cuando solamente entendemos a Dios como un «mas allá de todo» impasible al que tenemos que llegar mediante la técnica meditativa pero que en sí es impasible y no atiende a nuestras suplicas ni se involucra en nuestras vidas. Este concepto de Dios «mas allá de todo» también es aceptado en el Cristianismo, pues eso es lo que es Dios en esencia, pero en el cristianismo ese Dios «mas allá de todo» se encarnó y también es un Dios personal. Dios, incluso antes de encarnarse, no es solamente una realidad estática inmutable sino que se manifiesta y puede hablar sus palabras al corazón irrumpiendo y actuando en el plano temporal. Esta diferencia es fundamental, pues si solamente tenemos un concepto de Dios impersonal, inmutable e impasible que no atiende a nuestras súplicas ni se interesa por nosotros ni por llevarnos a Él, la tarea de alcanzarlo recae por completo sobre nuestros lomos. De ahí la importancia que se le da a las técnicas en otras tradiciones. Sin embargo un concepto de Dios personal permite sentirse escuchado, atendido y ayudado. Por mi parte puedo dar testimonio de como El Señor atiende a nuestras súplicas y las responde. A mi juicio, otro error que se esta cometiendo es el de menospreciar la oración de dialogo con Dios en general y la oración de súplica en particular. El sentirnos escuchados por Dios es fundamental en el camino Cristiano y el diálogo con Dios suele ser el medio mas eficaz para pasar a otros tipos de oración mas contemplativa. Además el Señor mismo nos exhorta a pedir en los evangelios (Mt 7:7, Juan 16:24…). Aun habiendo llegado a la contemplación, la oración de diálogo permite una fuerte comunión con Cristo y aporta matices muy positivos a nuestra relación con El Señor. Ni siquiera Jesús, en plena comunión con Dios, abandonó la oración de diálogo con el Padre celestial.
La consecuencia de todo esto es que se entremezclan prácticas meditativas que no están centradas en Cristo sino en nosotros mismos, que no ayudan ni a recibir el Espíritu Santo ni a que El Espíritu Santo se avive en nosotros y manifieste el amor a Cristo, con otras formas de oración contemplativa Cristiana que sí que están centradas en Cristo como la oración centrante, silenciarnos en su presencia, la oración de Jesús o la repetición de su Santo Nombre y se las mete a todas en el mismo saco: «meditación». Las técnicas de meditación autocentradas no están fundamentados en intensificar la relación con Jesús, unirnos cada vez más a Él y llegar a conocer nuestro verdadero Nombre, nuestro verdadero YO, (que mas profundamente es Él mismo) en Él sino en autodisolver nuestro Yo para que lo que quede sea Él. No es lo mismo. La esencia de la oración Cristiana es elevar a Cristo nuestra mente y nuestro corazón; centrar la atención en Él y no en nosotros. La oración Cristiana está centrada en Cristo y no en nosotros mismos. El autosilenciarnos y buscar disolver nuestro «yo» por nosotros mismos mediante la autoobservación no nos llevará al mismo lugar que el ponernos en la presencia de Cristo y desaparecer y encontrarnos en el fuego del amor de su Espíritu Santo que es Él mismo. Son practicas diferentes que no llevan al mismo lugar. Por ello el objetivo de este escrito es animar a todos a iniciar una relación personal con Cristo más allá de las distintas practicas meditativas que también pueden ser beneficiosas para nuestra salud espiritual y para nuestra relación con El Señor.
El segundo error tiene que ver con una concepción errónea de lo que es el Espíritu Santo. Quizás por favorecer el ecumenismo, se viene adoptando el error de considerar que El Espíritu Santo es algo con lo que nace todo el mundo y no, como indican las escrituras, algo de lo que se carece y que se recibe solo por la Fe en Jesucristo. De esta manera se priva al cristianismo del elemento que mas lo caracteriza y que lo hace único y se lo equipara al resto de tradiciones. El Espíritu de Cristo solo puede recibirse por la Fe en Jesucristo y es lo que nos hace Hijos de Dios. No todos los seres humanos son Hijos de Dios sino aquellos que han recibido el Espíritu del Hijo de Dios, Jesucristo, por la Fe en Él. Esto esta muy claro en las sagradas escrituras (Efesios 1:13, Hechos 19:2, Hechos 1:5, Lucas 11:13, Juan 14:26…). Es cierto que antes de Jesús hubo profetas que fueron ungidos con el Espíritu de Dios como los del antiguo testamento, sin embargo en estos casos también habían carecido de Él previamente y las escrituras parecen indicar una diferencia entre aquel Espíritu de Dios presente en el antiguo pacto y el nuevo Espíritu Santo de Cristo tanto en la manera de recibirlo como en los efectos que el recibirlo tiene en el hombre. Las escrituras dicen: «El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él, pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado. Juan 7:38-39» Aquí vemos como solo cuando Jesús fue glorificado apareció la posibilidad de recibir el Espíritu Santo y se indica que lo habían de recibir los que creyeran en Él.
Este error nace de identificar al Espíritu Santo con aquél halito divino que YHWH insufló en Adán haciéndole alma viviente en Genesis 2:7 «Entonces YHWH Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente». En Juan 20:22 vemos como Jesús sopla sobre los discípulos de una manera similar y les concede el don del Espíritu Santo: «Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo». Estos dos versículos son paralelos y se refieren a la vieja y a la nueva creación respectivamente. En 1 Corintios 15:45 San Pablo, refiriéndose a esto escribe «Así también está escrito: El primer hombre, Adán, fue hecho alma viviente. El último Adán, espíritu que da vida». El primer hombre, imagen de nuestra condición terrenal que todos los seres humanos traemos cuando venimos al mundo, fue echo alma viviente cuando YHWH le insufló aliento de vida. El segundo hombre es Cristo. San Pablo continúa: «Y, así como hemos llevado la imagen de aquel hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial.» 1 corintios 15:48. Solo cuando recibamos el Espíritu Santo de Jesús por la Fe en Él seremos Hijos de Dios y «traeremos la imagen del Celestial». Solo recibiendo el Espíritu Santo morimos con Cristo en la cruz por el Bautismo y renacemos como nuevas criaturas a imagen de Jesucristo. Solo por el Espíritu de Jesucristo que recibimos por la Fe en Él nos hacemos hombres nuevos y tenemos acceso al Santo de los Santos y a la tierra prometida de la resurrección. Sin el Espíritu de Jesucristo esto es imposible. La meditación puede ser una técnica que nos purifica , limpia y abre las puertas de la percepción y en esos efectos es similar a la oración contemplativa Cristiana que hace lo mismo en una primera fase, pero para atravesar a la otra orilla de la resurrección y de la nueva creación es necesario recibir el Espíritu Santo que solo Cristo Jesús puede darnos y que es propio solamente de la oración contemplativa Cristiana y no de las otras prácticas meditativas, pues el Espíritu Santo de Cristo se recibe solo por la Fe en Jesucristo como las escrituras testimonian. Por ello pienso que es un error confundir e identificar contemplación cristiana con meditación.
La raíz de estos errores es el desconocimiento de las sagradas escrituras o el no considerarlas palabra de Dios sino escritura inspirada pero influenciada por el hombre y no infalible. Si nos atenemos a lo que dicen las escrituras es imposible mantener estos errores en que se esta cayendo porque las contradicen de una manera clara y rotunda.
También la concepción (a mi juicio errónea) de que las religiones son distintas traducciones de una verdad inenarrable mas allá de todo concepto y que todas llevan al mismo lugar tomado del tradicionalismo perenne es causa de estos errores. La consecuencia clara de esta concepción es que el sacrificio de Cristo fue prescindible y que no fue necesario para limpiarnos y devolvernos la comunión con Dios, pues había caminos alternativos (los de las otras religiones) para llevarnos al mismo lugar. A mi juicio esto es un grave error y un desprecio de Nuestro Santo Señor Jesucristo y de su obra redentora. Detrás de esto subyace la concepción de Jesús de un hombre iluminado más que se acercó mucho a Dios y no la del Mesías Salvador, Dios encarnado que devuelve la comunión entre la humanidad y Dios rota por el pecado original. Puede que nos cueste creer esto último, no es problema, acerquémonos a Cristo y su Espíritu Santo nos revelará toda la verdad.
Otra interpretación, de la que me siento mas cercano, es la de considerar que la obra de Jesucristo, de carácter central y eterno, abrió el camino al cielo en todas las culturas y religiones, antes y después de su nacimiento, y que gracias a su sacrificio es posible acercarse a Dios desde cualquier religión aun desde la inconsciencia y desconocimiento de la persona de Jesús. El problema entonces es la gran importancia que se le da a la Fe en la persona de Jesús de Nazaret en las escrituras, que indican que solo Él es el camino y el único que puede bautizar en el Espíritu Santo.
Por mi parte, por mi experiencia personal, si bien reconozco que hay verdad y herramientas útiles en otras tradiciones religiosas, no concibo un camino espiritual al margen de la relación personal con Cristo. En mi experiencia personal, esta relación personal con Él es el centro de la espiritualidad y quitar eso sería quitarlo todo.
Solo Cristo Jesús es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo; solo Cristo Jesús puede darnos el Espíritu Santo; solo Cristo Jesús puede saciar nuestra sed.