Análisis del mundo moderno




Todas las civilizaciones precedentes han tenido un medio de relacionarse con el mas allá de la muerte. La realidad de la muerte ha estado presente en su cultura y han adoptado diferentes ritos o ceremonias que eran la manifestación exterior, a nivel social, de la dimensión espiritual en la concepción de la vida de sus habitantes y de su relación personal con el mas allá.

El hombre moderno, librado al ídolo de la razón y entregado a una concepción de la realidad materialista en la que solo es aceptado lo que puede ser constatado empíricamente, vive bajo el peso del sinsentido existencial en un mundo regido por el caos donde cualquier desgracia le puede suceder en cualquier momento y se ve avocado a llevar una vida que se convierte en una constante huida de la realidad de la muerte y de su angustia vital consecuencia de su interpretación materialista de la realidad. Una concepción de la realidad tal, en la que todo se termina con la muerte, es la causa directa del sistema de valores que prima en la sociedad capitalista y de la falsa interpretación de la realidad en la que se equipara la felicidad con el placer y con una vida tibia, fácil, con el menor sufrimiento posible en la que prime la sobresatisfacción de las necesidades naturales pero carente de un objetivo y un sentido profundo en contraposición a una vida sacrificada a una causa superior en la que el sufrimiento adquiere un sentido y se acepta y ofrece a la causa en cuestión. Esta es la gran desgracia del hombre moderno: No encontrar una causa a la que entregar su vida. «El hombre es capaz de soportar todo el dolor y el sufrimiento pero lo que no puede soportar es una vida carente de sentido». Pienso que esta ausencia de una causa a la que entregar la vida, que dote a la vida de sentido, es la principal causa de la epidemia de suicidios que asola los países mas desarrollados. 

Paralelamente, la angustia existencial, el profundo vértigo que mora en el centro del corazón humano consecuencia de esta interpretación materialista de la realidad que deja al hombre sin ningún apoyo ni referencia, sin arriba y sin abajo, sin bien y sin mal, cayendo siempre hacia todos lados, a merced del caos, la desgracia y la muerte, impele al hombre a vivir en una huida constante, volcado hacia el exterior, huyendo constantemente de si mismo y del horror que lo acompaña. Acuciado por el capitalismo y el consumismo que este promueve, el hombre vive en una especie de letargo, anestesiado por las comodidades que el sistema le ofrece, siempre buscando su felicidad y realización en lo exterior. Esta huida de nosotros mismos y este tedio existencial consecuencia de la ausencia de un sentido profundo es causa directa del desenfrenado desarrollo tecnológico en nuestra civilización, apoyada y sustentada en lo superfluo. Buscando nuestra realización y saciar nuestro anhelo eterno en lo exterior, la humanidad sigue a la tecnología ciegamente como a un Dios sin saber hacia donde le lleva ni para qué. Recoge las migajas que va dejando caer de sus manos, las traga y, tan hambrienta como antes, sigue en pos de su rastro en busca de nuevas experiencias, nuevas necesidades, nuevas formas de alienarse y de huir de su angustiosa condición. La actual crisis ecológica, es en realidad la manifestación en el plano material de la crisis espiritual que vive el mundo moderno. Toda la contaminación, la basura, la muerte y la devastación no son sino la manifestación de nuestro estado interior en el plano material. Le es preciso al Hombre cambiar el enfoque; afrontar la realidad de su condición y enfocar su vida en la búsqueda sincera de la respuesta a las preguntas esenciales: ¿quien soy?, ¿por que estoy aquí?, ¿para qué estoy aquí?, ¿cual es el sentido de la vida?; cambiar el enfoque y buscar su realización en lo interior y no en lo exterior. Le es preciso al hombre encontrarse a si mismo en Dios para destruir el imperio de satanás cuyos cimientos son la ignorancia de Dios.

¿Que ha llevado a la humanidad a perder la dimensión espiritual en su interpretación de la realidad? La iglesia católica, como portadora del mensaje de Cristo y religión mayoritaria en occidente, ha asumido la misión de guiar a la humanidad hacia la divinidad y dotar a la humanidad de los instrumentos necesarios para relacionarse con el mas allá de la muerte, por todo ello, ha de tener una responsabilidad especial en el asunto en cuestión. Por todos son conocidos los abusos que hombres codiciosos han perpetrado aprovechando su posición privilegiada en puestos de mando de nuestra amada Iglesia y, a primera vista, podría señalarse esta como una posible causa de la incredulidad imperante, sin embargo, pienso que el pueblo medio era mas religioso en épocas pasadas en las que la corrupción del clero era mayor o al menos mas evidente y, a pesar de la corrupción eclesial, verdaderas manifestaciones espirituales de Cristianismo florecían por doquier. Quizás las difíciles condiciones de aquellos tiempos, en los que la esperanza de vida era muy baja, tenían el efecto de hacer mas presente a la muerte y la realidad de la transitoriedad de la vida estimulando a la gente a buscar el auxilio de la divinidad y a poner su esperanza en la eternidad.. En lugar de todo ello, pienso que ha tenido mas responsabilidad la malinterpretación del mensaje cristiano: Fomentando exageradamente la dimensión moral de su mensaje, dibujando un Dios lejano y riguroso al que era preciso aplacar mediante una virtud nacida de nosotros mismos y absolutizada que solo puede llevar al orgullo, valorando una falsa pureza sobre la misericordia y la bondad, convirtiendo la vida espiritual que Cristo nos ha regalado con el don de Su Santo Espíritu en el mero cumplimiento de una serie de preceptos y leyes externas y convirtiéndolo en una pesada carga, la humanidad, incapaz de trascender la letra para alcanzar el Espíritu, lo exterior para alcanzar lo interior, El símbolo y el rito para alcanzar la realidad interior que simboliza, ha concebido un Dios que nos quita la libertad y, en busca de esta libertad, ha decidido matar a Dios y prescindir de Él. Es el momento de la noche oscura. Es el momento de que la humanidad compruebe que la libertad no tiene nada que ver con el libre albedrío, ni con obedecer a nuestras apetencias, ni con satisfacer todos nuestros deseos; Es el momento de que la humanidad compruebe que solo Dios puede colmar nuestro anhelo eterno; Es el momento de que la humanidad compruebe que Dios es nuestra libertad. Miro esta oscura etapa con optimismo. Así como Dios permite crisis de Fe y noches oscuras en la vida de los Cristianos para purificarlos, pienso que esta noche oscura a nivel global es una etapa necesaria para destruir todos los falsos conceptos que nos habíamos formado alrededor del concepto «Dios» y redescubrir a Dios en el verdadero amanecer.

La iglesia católica, consciente de la perdida de adeptos y acuciada por la amenaza del crecimiento de las comunidades evangélicas, ha adoptado la estrategia de enfatizar el aspecto moral y social del Cristianismo en detrimento del aspecto Espiritual, que constituye el verdadero núcleo del mensaje Cristiano, y, en lugar de fomentar los tesoros de mística y espiritualidad que la Iglesia católica alberga, ha optado por fomentar la secularización de sus formas con el objetivo de hacerse mas comprensible y cercana a la gente de a pie. Estoy en contra de la rigidez litúrgica y pienso que una verdad espiritual puede traducirse en muchas manifestaciones distintas, el problema viene cuando la liturgia deja de ser la traducción de una verdad espiritual y pasa a ser una mera manifestación terrena que no apunta a ninguna realidad interior desalándose la sal y perdiendo su función de acercar al hombre a esas realidades interiores que deberán experimentarse vivencialmente (ver entrada Del símbolo y la importancia de lo exterior). Se fomenta el uso de música moderna y se acompañan los tiempos de adoración con músicas con letras sentimentaloides que rompen el silencio; he visto frailes pisoteando la dignidad de su vocación bailoteando coreografías ridículas; se promueven dibujos de Cristo como un apuesto jovencito sonriente que atentan contra la hondura insondable, la solemnidad y el misterio que destilan sus Santas Palabras y la iglesia habla de todo y se olvida de la que debería de ser su única misión: acercar a las almas a Cristo. En definitiva, se sigue la errada estrategia de captar a las gentes mediante cebos de carne poniendo un velo terrenal sobre la iglesia cuya llamada es ser casa de oración y alternativa a lo terrenal y, cerrando así la única alternativa a lo terrenal, se le ofrece una imagen de Cristo y de su Iglesia al mundo completamente carnal y completamente alejada de los frutos del Espíritu. La iglesia debe reflejar el contacto con lo divino, todo lo terrenal debe callar en ella afín de que lo divino se manifieste. debe ser casa de oración y no guarida de manifestaciones mundanas. Además se vende toda esa parafernalia como si fuera espiritual confundiendo los frutos del espíritu con los frutos de la carne llamando al bien mal y al mal bien, a lo dulce amargo y a lo amargo dulce, arriba con abajo y abajo con arriba y poniendo un velo carnal y oscureciendo la luz del espíritu con luces de carne, se impide la manifestación de lo divino en la iglesia impidiendo que la gente, que tanto necesita a Dios, vea en ella una alternativa y una esperanza a la vanidad de este mundo.

Occidente necesita desesperadamente recuperar una dimensión espiritual en su concepción de la vida y la iglesia, portadora del mensaje de Jesucristo, que es la plena revelación de Dios y la respuesta de Dios a todas las necesidades existenciales de la humanidad, con grandes tesoros de Mística y Espiritualidad en sus arcas, cuenta con los medios para cumplir su misión y, con la mirada fijada en el cielo, dar a conocer a Jesucristo y llevar a las gentes a una relación personal con Él y servir de apoyo y ayuda en el camino de unión de las almas con Dios. En lugar de ello, posando su mirada en las cosas de la tierra, olvidando la que debería ser su única misión, se contenta con dar un mensaje social y moral que jamás podrá satisfacer los anhelos de eternidad del alma humana. Debemos dar media vuelta y fomentar la dimensión espiritual y mística del cristianismo y no su secularización. Cristo vino para Deificar la naturaleza Humana y llevarnos a la unión con Dios, no a crear una ONG ni a decirnos que tenemos que ser buenos en una dimensión moral. El Cristiano no es bueno, Dios mismo es la bondad del Cristiano. El Cristiano está llamado a desaparecer y encontrarse en la inmensurable bondad, la luz, el ser de Dios.



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De la era actual, el nihilismo y Jesucristo




“¿No habéis oído hablar de ese hombre loco que, en pleno día, encendía una linterna y echaba a correr por la plaza pública, gritando sin cesar, “busco a Dios, busco a Dios”? Como allí había muchos que no creían en Dios, su grito provocó la hilaridad. “Qué, ¿se ha perdido Dios?”, decía uno. “¿Se ha perdido como un niño pequeño?”, preguntaba otro. “¿O es que está escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se ha embarcado? ¿Ha emigrado?” Así gritaban y reían con gran confusión. El loco se precipitó en medio de ellos y los traspasó con la mirada: “¿Dónde se ha ido Dios? Yo os lo voy a decir”, les gritó. ¡Nosotros lo hemos matado, vosotros y yo! ¡Todos somos sus asesinos! Pero, ¿cómo hemos podido hacer eso? ¿Cómo hemos podido vaciar el mar? ¿Y quién nos ha dado la esponja para secar el horizonte? ¿Qué hemos hecho al separar esta tierra de la cadena de su sol? ¿Adónde se dirigen ahora sus movimientos? ¿Lejos de todos los soles? ¿No caemos incesantemente? ¿Hacia adelante, hacia atrás, de lado, de todos lados? ¿Hay aún un arriba y un abajo? ¿No vamos como errantes a través de una nada infinita? ¿No nos persigue el vacío con su aliento? ¿No hace más frío? ¿No veis oscurecer, cada vez más, cada vez más? ¿No es necesario encender linternas en pleno mediodía? ¿No oímos todavía el ruido de los sepultureros que entierran a Dios? ¿Nada olfateamos aún de la descomposición divina? ¡También los dioses se descomponen! ¡Dios ha muerto y nosotros somos quienes lo hemos matado! ¿Cómo nos consolaremos, nosotros, asesinos entre los asesinos? Lo que el mundo poseía de más sagrado y poderoso se ha desangrado bajo nuestro cuchillo. ¿Quién borrará de nosotros esa sangre? ¿Qué agua podrá purificarnos? ¿Qué expiaciones, qué juegos nos veremos forzados a inventar? ¿No es excesiva para nosotros la grandeza de este acto? ¿No estamos forzados a convertirnos en dioses, al menos para parecer dignos de los dioses? No hubo en el mundo acto más grandioso y las futuras generaciones serán, por este acto, parte de una historia más alta de lo que hasta el presente fue la historia. Aquí calló el loco y miró de nuevo a sus oyentes; ellos también callaron y le contemplaron con extrañeza. Por último, arrojó al suelo la linterna, que se apagó y rompió en mil pedazos: “He llegado demasiado pronto, dijo. No es aún mi hora. Este gran acontecimiento está en camino, todavía no ha llegado a oídos de los hombres. Es necesario dar tiempo al relámpago y al trueno, es necesario dar tiempo a la luz de los astros, tiempo a las acciones, cuando ya han sido realizadas, para ser vistas y oídas. Este acto está más lejos de los hombres que el acto más distante; y, sin embargo, ellos lo han realizado.”

Friedrich Nietzsche. La Gaya Ciencia.



El nihilismo, la autodestrucción, y el ocio autodestructivo es una reacción lógica y creo que la actitud más consecuente ante el sinsentido de la vida. ¿Para que esforzarnos en nada si somos producto de la casualidad, vamos a desaparecer y no va a quedar vestigio alguno de nosotros ni de nuestras obras? Nuestra generación, salvo raras excepciones, ha nacido en medio del abismo. No hemos recibido ninguna “educación” religiosa en el sentido de que no hemos crecido con la idea de que Dios es. Incluso está viva esa tendencia que mira con menosprecio a la religiosidad calificándola de un recurso para los cobardes que no se atreven a aceptar la angustiosa realidad de nuestra condición; aunque he de decir que estoy de acuerdo con los que dicen que quien no se haya hundido en la desesperación y no haya experimentado esa condición de ser sin Dios tomando plena consciencia del vacío existencial, del sinsentido de la vida y desde ese abismo de desesperación se haya vuelto a Dios, no podrá experimentar La Verdad de Dios plenamente. Quizás este es uno de los propósitos de las noches oscuras de la fe.

Este hecho, el no haber sido educados con la idea de que hay un Dios, ya sea en el sentido monoteísta, Cristiano, judío o musulmán o en  un sentido más oriental, pero que mantiene la trascendencia de la vida sobre la muerte física, ha supuesto el cercenamiento de toda concepción espiritual de la vida social e individualmente y ha influido enormemente en la psicología de las personas de occidente y creo que es la raíz de muchos trastornos de ansiedad y otros trastornos “psiquiátricos” que intentan tratarse con soluciones materiales (pastillas) o de naturaleza psicológica que, si bien pueden paliar los síntomas, no pueden solucionar el problema de raíz, ya que este es de naturaleza espiritual. No soy psicólogo pero por experiencia propia creo que la oración, el dedicar un rato a desahogarse con Dios con la esperanza de que se es escuchado, sería la mejor medicina en muchos de estos casos.

En parte creo que esta era de oscurantismo espiritual era necesaria para desligar el concepto de Dios de la institución de la iglesia en la psicología de las personas y llevarlas al verdadero conocimiento de Dios en Jesucristo. Me refiero a que considero que la institución de la Iglesia es un medio valido, y para muchos necesario para cultivar la relación con Dios pero no se puede sustituir a Dios por la institución de la Iglesia, ni reducir la relación de uno con Dios a su relación con la institución de la iglesia, ni reducir la verdadera vida espiritual, que consiste en el verdadero conocimiento de Cristo en Espíritu y en Verdad y en una relación personal con Él, a cumplir una serie de rituales y a persuadirse uno a sí mismo de que cree una serie de dogmas. Y, lo más importante, creo que esta noche oscura de la fe en nuestra civilización ha sido necesaria o de alguna manera Dios se está sirviendo de ella, para que el hombre compruebe que la libertad no está en vivir sin Dios; que Dios no nos quita la libertad sino que Dios es nuestra libertad; para destruir todos los conceptos falsos y los prejuicios que se habían formado alrededor del concepto “Dios” y para redescubrir a Dios.

Nietzsche vio este estado de cosas y escribió «Dios ha muerto, hemos matado a Dios». Y ante el abismo sin apoyo y sin referencia en que nos encontramos como consecuencia de haber negado a Dios y ante el nihilismo al que la humanidad se ve abocada en consecuencia, ofreció el concepto de “superhombre”; el hombre que, de su propia voluntad, construye sus propios valores haciéndose Dios de sí mismo. El hombre que se establece a sí mismo como centro, fundamento y apoyo de todo lo demás en contraposición al Cristiano “esclavo” que vivía en una especie de temor de Dios insano obedeciendo preceptos, no porque creyese en ellos, sino por temor al castigo de Dios. Paradójicamente este concepto de “superhombre” bien puede estar inspirado en Jesucristo, a quien Nietzsche admiraba y de quien decía que había sido el único Cristiano.

Cristo es el paradigma de los cristianos y los cristianos, los que tienen el Espíritu de Cristo, están llamados a reproducir su imagen. Están llamados a ser libres, a ser Cristos, a caminar en unión con Él así como Él, hecho hombre, anduvo unido a su propia divinidad. Están llamados a seguir los pasos de Cristo hasta la cruz y hasta el trono de Dios (Apocalipsis 3:21). Cristo no nos ha llamado a ese estado de temor de Dios insano y neurótico. No nos ha llamado para hacernos esclavos de un Dios que nos impone unos valores externos ajenos a nosotros mismos sino que ha venido para liberarnos de todo lo que no somos y regalarnos de nuevo nuestra verdadera identidad, el conocimiento verdadero de nosotros mismos, nuestro verdadero nombre. Dios es la fuente de nuestro ser y nuestra condición en este mundo es la de estar separados de Dios. Cristo, Dios-Hombre ha cubierto ese abismo de separación para volvernos a unir a Sí y que podamos ser nosotros mismos y no una sombra de lo que realmente somos separados de la fuente de nuestro ser, Dios. Cristo nos ha llamado para hacernos Reyes y libres, no esclavos.  El Cristiano que camina en el Espíritu no obedece normas externas en las que no cree movido por el temor sino que, unido a Dios, recibe su ser de Dios y este Ser que recibe es su propia ley. A esto se refiere San Juan de la Cruz cuando en su esquema de “la subida al monte Sion”, describiendo el final del camino, el estado místico de unión con Dios escribe: “Ya por aquí no hay camino porque para el justo no hay ley; él para sí se es ley”. Esta es la libertad de los Hijos de Dios, ni más ni menos que ser quien realmente son por estar unidos a la fuente de su ser, Dios.

Esto es diametralmente opuesto al superhombre de Nietzsche en cuanto a que el superhombre de Nietzsche se crea a sí mismo, es su propio Dios, mientras que el Cristiano recibe su Ser de Dios pero similar en cuanto a que tanto el Superhombre de Nietzsche como el Cristiano son ley para sí mismos. La diferencia es que El superhombre de Nietzsche es la fuente de sí mismo mientras que el Cristiano todo lo recibe de Dios. 

Ahora bien, este camino de conocimiento de Dios y de uno mismo pasa por la muerte en nosotros de todo lo que no somos, de nuestro falso yo egoísta contrario a Dios, del que Cristo nos ha de liberar, del cual brotan todas las tendencias humanas pecaminosas y egoístas contrarias a Dios: el orgullo, la codicia, la envidia, la maldad… que nos esclavizan y nos separan de Dios haciéndonos infelices. En este sentido la vida del Cristiano es una vida de lucha permanente contra uno mismo, contra su falso yo, hasta que haya vencido a los enemigos de Dios en sí  mismo y Cristo haya destronado al anticristo, el falso yo egoísta, el superhombre “que se sienta en el trono de Dios haciéndose pasar por Dios” 2 tesalonicenses 2:4, “haya puesto a todos sus enemigos (en nosotros) por estrado de sus pies” 1 corintios 15:25 y reine sobre toda la tierra de nuestro ser. Esta es la victoria interior que después se ha de hacer manifiesta en lo exterior. La redención de toda la creación. Cristo jamás nos prometió una vida fácil sino una vida plena de sentido.

En definitiva, en esta era vacía de sentido en que la iglesia ha perdido su vigencia y en que las juventudes vagan sin rumbo buscando respuestas donde no las hay y saciarse en lo que no sacia, animo a las personas a acercarse a Jesucristo, el único que puede dar pleno sentido a sus existencias y conducirles a la verdadera felicidad y a la verdadera libertad. A todos aquellos que arrastran cargas pesadas de remordimientos os digo que Jesús no os va a echar nada en cara. El desea que vayáis a Él para liberaros de vuestras culpas y de todo lo que os pesa más que vosotros mismos; y a todos los que sufren, que al fin y al cabo somos todos, porque no se puede ser feliz sin Dios, puesto que estamos hechos para Él y nuestra condición natural es estar unidos a Él, os digo que Jesucristo es; que está ahí y que ayuda a quien se lo pide; que muchos hemos experimentado su ayuda, nos ha rescatado de abismos profundos y ha dado sentido a nuestras existencias. Os digo que no estamos dejados de la mano de Dios, que no somos producto de la casualidad, que hay un sentido para todo.. Y os animo a todos a que os dirijáis a Jesucristo y os desahoguéis con Él, le pidáis ayuda, explicaciones, o lo que sea que os salga… Él está ahí y os escucha.

Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada. Mateo 15:13

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