Tradicionalismo, progresismo y espiritualidad




El tradicionalismo, anclado en el pasado, comete el mismo error que los fariseos: incapaz de vivenciar las realidades interiores a las que las tradiciones litúrgicas hacen referencia, se queda en una adoración rígida e infructuosa de esas tradiciones a las que convierte en ídolos que mas dificultan que ayudan al camino espiritual. A estos, nuestro Señor les dice: Fariseo ciego, limpia primero lo de dentro para que también lo de fuera sea limpio. MT 23:26.

El progresismo, anclado en el presente, cae en el error de pretender actualizar estas tradiciones litúrgicas sin haber establecido contacto con el Espíritu de Dios y, bajo el pretexto de la necesidad de llegar a todas las gentes, cae en el error de mundanizar la iglesia para hacerla mas atractiva a los ojos del mundo y ganar adeptos y, secularizándola y poniendo un velo de carne sobre la que debía ser la única alternativa a lo mundano, la convierte en mas mundo y oculta el camino de la verdad y de la vida.

Frente a estas dos actitudes está la que consideramos correcta, la espiritual, anclada en la eternidad: Acceder al Espíritu de la tradición y, desde ahí, en unión con la verdad interior que la tradición traduce en diferentes formas, en unión con Jesucristo nuestro Dios, actualizar la tradición viviéndola y vivificándola.

Envía tu Espíritu Señor y renueva la faz de la tierra.



Del símbolo y la importancia de lo exterior




De la misma manera que la importancia de la liturgia se fundamenta en las realidades que simboliza, los templos exteriores también son importantes en cuanto a símbolos exteriores de la morada de Dios en nosotros, del corazón de nuestro corazón donde Cristo Nuestro Señor mora y desde el cual nos crea, fundamenta y sostiene.

Debemos evitar caer en el error de otorgar una importancia desmesurada a lo exterior desvinculándolo de lo interior, que es lo que lo fundamenta y le da sentido pero también en el de privar de toda importancia a lo exterior, puesto que es un recordatorio, un testimonio y una guía de las realidades interiores que deberán experimentarse vivencialmente.

Es por ello por lo que debemos custodiar las tradiciones litúrgicas que nuestros ancestros nos han legado pero siempre con el objetivo de experimentar vivencialmente los significados interiores que estas tradiciones simbolizan. Es cierto que lo esencial es lo interior y que es posible experimentar estas realidades interiores prescindiendo de lo exterior, pero también lo es que lo exterior constituye una ayuda como punto de partida y guía en el viaje interior hacia la morada de Dios en nosotros. Por no mencionar el inestimable valor de estas manifestaciones exteriores de las realidades interiores por, de alguna manera, dar testimonio de lo sagrado en esta era oscura, desacralizada y con tanta necesidad de lo espiritual.

Pero recalco que es imprescindible trascender lo exterior hacia lo interior, de otra manera lo exterior o bien estará también condenado a desaparecer o bien será victima de su apropiación por parte de mentes dogmáticas que lo utilizarán con fines que nada tienen que ver con su función de guía en el camino interior de unión con Dios y, por no haber trascendido lo exterior hacia lo que significa, será victima de ser convertido en un ídolo mas que impulse a estas mentes a ver como una amenaza y tildar de herejía cualquier otra manifestación exterior válida de esas mismas realidades interiores, puesto que, todavía ciegos, quedándose en lo exterior e incapaces de trascenderlo, serán incapaces de reconocer la misma realidad interior en ambas manifestaciones exteriores.

Así pues, señalo el inestimable valor de esos templos diseminados por los pueblos españoles y de todo el mundo que, siendo la expresión exterior de nuestro corazón y de la morada de Dios en nosotros, ejercían y ejercen como centro y corazón de estas poblaciones, expresando exteriormente la, en estos tiempos tan necesitada, dimensión espiritual en la concepción de la vida de sus habitantes. Por esto mismo no me parece condenable el dignificar el templo exterior de una población dedicándole riquezas y esfuerzo, pues esto da testimonio de la salud espiritual de sus moradores y de la importancia que otorgan a lo divino. Siempre y cuando, claro está, se priorice el bienestar de los verdaderos templos, nosotros mismos, de los que el templo exterior es imagen.